Esa fue la imagen del final. Los jugadores dispersos en la cancha. Algunos, unos pocos, llamando al resto para irse al vestuario juntos en la derrota. Otros no respondiendo a esa convocatoria, camino al solitario túnel. Y en el medio él, Basile, el hombre que acababa de recibir el golpe más duro. No hubo palmadas de aliento ni de triste consuelo del entrenador para sus players. Todo un indicio: ellos por un lado, aun sin entenderse; el Coco por el otro. Así se despidió el equipo argentino del Nacional de Santiago. Así se despidió el DT de su segundo ciclo en la Selección.
Se fue el Coco. Renunció. Luego de un día intenso, a puro run run, Grondona ya había dado un indicio cerca de las cinco de la tarde. "'Si Basile se puede ir? Ya no me sorprendería nada", le dijo a Olé. No pareció muy preocupado. Según el entorno de Alfio, justamente el presidente de la AFA fue uno de los que terminó e torcer la decisión que el DT maduró en su regreso de Chile. Desde que finalizó el partido, Don Julio, que fue y volvió en el chárter con el plantel, no le dio ninguna muestra de apoyo al entrenador, ni una señal, ni una caricia, como si le hubiese soltado la mano. Basile lo notó. "Si el N° 1 no te banca, tenés que hacer lo que hizo Coco: irte", le confirmó a Olé una persona allegada al técnico. 'Cómo cerró el propio Grondona el día? "A mí me sorprendió lo que pasó", comentó pasadas las diez de la noche, con la noticia recorriendo el mundo entero.
La otra razón de su renuncia fue la falta de respuesta que Alfio vio en sus jugadores ante Chile. Eso también terminó de cocinar su paso al costado en el marco menos pensado: en la derrota (y ante un enemigo ideológico) y no en la victoria, como muchos habían dicho que se iba a ir si le ganaba a Chile, "para cerrarle la boca a todos". Si el Coco ya estaba preocupado por la reacción del equipo a sus mensajes, la poca actitud y el escaso compromiso que notó en este partido de diente apretados terminó de convencerlo de que su voz ronca ya no tenía llegada. Ni en la cancha, ni en el espíritu de sus hombres. Su comportamiento en la conferencia de prensa que dio en Santiago fue un mensaje: un Basile autocrítico como pocas veces hasta se animó a romper sus códigos jugadoristas con un aviso de divorcio para sus players: "Parecían 15 contra 10", dijo, como si supiera que su situación ya no tenía retorno. Eso, más la falta de respaldo de Grondona, actuó como un combo letal. Y definitivo.
La relación entre Basile y algunos jugadores se desgastó en este último tiempo y fue marcando el desenlace. Sobre todo con algunos de los grandes, como Heinze (también peleado con el PF Dibos), que por otra parte el Coco ya tenía previsto no convocar más. Pero a pesar de que otros bancaban al DT (uno de ellos, Zanetti, el capitán) y se lo habían manifestado antes del inicio de esta doble fecha, por lo bajo las voces disconformes eran varias. Un punto de discordia, uno de los principales, fue el método de trabajo. Acostumbrados a la rígida planificación y la atención al detalle de los técnicos europeos, a muchos no les iba el estilo del Coco. Más allá de las libertades, varias veces concedidas y aceptadas, unos pedían mayor exigencia, otros querían mayor análisis del adversario para no tener sorpresas del tipo Carew (él, justo la única figura, hizo los dos goles en el 1-2 con Noruega) y otros comentaban con dureza: "No sabíamos que Riquelme estaba amonestado antes de Uruguay, 'no te parece un dato importante?", dijo.
El aspecto físico también fue cuestionado por los jugadores. "Venimos de Europa, a mil por hora, y acá bajamos a cero. Son dos semanas perdidas. 'Cómo no voy a tener miedo a lesionarme?", comentó un jugador que milita en aquellas ligas. Es cierto que ellos mismos aceptaban, al menos públicamente, que entre los viajes y los días entre partidos no había mucho tiempo para forzar la máquina, pero preferían otro ritmo de entrenamiento, más acorde con el estilo europeo.
Otro aspecto que marcó distancia, al principio mínimas y luego cada vez más grandes, fue la diferencia generacional entre jugadores y cuerpo técnico. Al no tener Basile un ayudante más joven, ahí el lazo de cercanía estaba cortado. Es más, desde el entorno de Coco comentaban, con más frecuencia, no entender cómo Messi, Kun y Cía. podían estar todo el día dale que dale con la Play Station, ni tampoco otros modos típicos de la corta edad de los más petisos, muchas veces metidos en su propio mundo moderno. Y también le cuestionaban la parte futbolística a esas estrellitas: "Con nosotros, Messi nunca anduvo, sólo un poco en la Copa América", confió un colaborador del Coco. Y desde el otro lado, el de los más pibes, tampoco había mucho interés por charlar con el DT, que prácticamente no hablaba de fútbol ni de otras cosas con la mayoría de sus jugadores.
Hasta el talco utilizado como cábala por el Panadero Díaz fue un motivo de broma entre los chicos: a veces, mientras se cambiaban en el vestuario, se salpicaban del polvo blanco de la suerte. En definitiva, otro recurso inconcebible para el profesionalismo europeo. Todas estas cuestiones fueron profundizando un distanciamiento que erosionó este ciclo. Y a eso se le sumaron los volantazos de desconcierto del Coco que también marcaron la falta de un rumbo claro: Heinze pasó de ser incinerado en un entretiempo a suplente y luego, titular. El Cata Díaz saltó de borrado, a titular, a suplente. Denis fue un partido sí, otro no. Diego Milito volvió, pero apenas duró 45 minutos. Di María asomó como titular y luego hasta Barrientos, convocado sorpresa del fútbol local, lo dejó sin banca. D'Alessandro apareció y desapareció sin un solo minuto entre los 18. El 4-3-1-2 trocó en 3-4-1-2, luego en 4-3-3 y más tarde en 3-4-3. Todos patrones de conducta que no resistían más.
Eso no justifica, claro, la falta de rebeldía de los jugadores ante circunstancias adversas como la de Chile. La camiseta argentina exige otro tipo de pacto con el esfuerzo. Pero sí son muestras fieles de la falta de conexión entre la cabeza y su grupo. A lo que se sumó la indiferencia de Grondona.