5/1/09

Max quiere ser el primer estadounidense en jugar en River

Max Julien Morris II es estadounidense. Se crió en Lake Orion, un barrio arrabalero de Michigan. Tiene 15 años y cinco hermanos. Mide 1,83. Pesa 72 kilos. Es hincha de Detroit Pistons. Pero, sobre todo, sueña con jugar en River.

Max es arquero y acaba de sellar en su pasaporte el tercer ingreso a la Argentina. El motivo: una prueba en el Monumental. Ha sido uno de los preseleccionados del semillero. En caso de pasar favorablemente el último filtro, que se resolverá allá por febrero, se transformará en el primer habitante de su país en usar la camiseta de River. En el 2009, su categoría sería la Séptima. "Yo quiero quedarme", pronuncia en un español rústico y trabado, con la pasión de quien persigue un objetivo celestial y con la vocación de haber elegido el soccer en lugar del venerado fútbol americano.

Esta historia empezó hace cinco años, cuando Max se inscribió en la Filial Norberto Alonso de Detroit, cuyo DT y fundador, Norberto Leszczuk, se encargó de cambiarle los gustos: del bus a tomar el 42, del high school a la pensión del club, del "fuck" a su especialidad en decir "puta madre". Max usa la pulserita que dice River Plate y suele recortar notas referidas a su nueva pasión. Ya lleva varias temporadas cruzándose la banda roja en los torneos de Michigan, aunque prefiere desarrollarse futbolísticamente al Sur del mapa. "Me gusta este fútbol", cuenta quien en su anterior viaje, en agosto, fue a ver el único partido que el equipo de Simeone ganó como local: Central.

Es admirador de JP Carrizo, pero ahora tuvo la posibilidad de conocer a Ojeda y Vega. Este último le dio un par de consejos referidos a la manera de poner las manos (Good save the Max). De todos modos, también tomó clases con el Mono Navarro Montoya y Alejandro Saccone. En el semillero de River ya hay un salvadoreño, otro colombiano, pasó un haitiano, continúan varios uruguayos y otros paraguayos... Max se propuso agrandar esta lista multinacional. "Si no quedo en febrero, insistiré una cuarta vez", anticipa, tozudo, el espigado norteamericano, que por las dudas se llevó a su país un autógrafo de Diego Buonanotte, a quien cruzó en una de sus tantas visitas al Monumental.

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