10/11/08

Arsenal 0 Boca 1

Gandolfi lo sabía. Por eso, apenas Laverni retrocedió la jugada y cobró la falta a Gracián, se le fue al humo a protestarle y, quizás, a lamentarse. ¿Qué sabía Gandolfi? Que Riquelme podía ahí mismo modificar el destino de su mala tarde, olvidar su fastidio, recuperar la energía que había perdido hacía ya un rato largo. Sabía Gandolfi que era un penal. Sabía que Román podía repetir el último tiro de la final de la Recopa. Sabía que ahí Boca podía ganar un partido que se le había ido en el roce y así recuperar la punta. Sabía Gandolfi lo que sabían todos. Román lo hizo. Otra vez.

Al igual que contra San Lorenzo, él, Riquelme, el hombre que justificó la teoría de que a los distintos hay que dejarlos siempre hasta el final por más mal que estén jugando, le dio el triunfo a Boca. De sus pies se gestaron los últimos seis puntos. Y todos desde la pelota detenida. Como para que haya ilusión sin barrera...

Esta vez, a diferencia de los dos anteriores tiros libres que festejó en este semestre, la pelota entró limpita, impecable, preciosa, inatajable para Campestrini. Román le dio la comba justa, aprovechando también que como pocas veces la barrera respetó su distancia (se adelantó pero Laverni la hizo retroceder con criterio). Y como ocurrió el domingo pasado, él eligió de qué manera festejar su gol y a quién regalárselo. En la Bombonera, la dedicatoria fue para Pompilio. Ayer, corrió toda la cancha para abrazar a Lucho Figueroa, ese amigo que conoció en Villarreal y que recuperó en Boca, aquél que se había hecho cargo de la eliminación de la Sudamericana por los goles que erró el jueves, el mismo que le había dicho antes del partido que iba a convertir un gol. Con ese abrazo con el delantero que estaba en el banco, JR buscó apoyarlo y, claro, agradecerle su confianza.

La misma que le tuvo Ischia para dejarlo en la cancha hasta el final, cuando muchos pensaban que el ingreso de Gracián sería por un Riquelme exhausto, que enganchaba y le quitaban, sin claridad, y que, a esa altura, era vulnerable a la marca de Casteglione y los demás. Su gesto, cuando perdió su tercera pelota seguida, fue elocuente: puso sus manos en la cintura y miró para un lado y el otro buscando en los demás una explicación. Pero Ischia entendió que el talento de Román podía darle esa chance de triunfo que sólo los diferentes son capaces de convertir en realidad. "Es dificil ser entrenador y desistir del mejor jugador del fútbol argentino. No sé si pasará sólo por mi cabeza, pero tiene que estar muy mal, lesionado o con el partido definido para que lo saque del equipo. Román puso movilidad, ganas, hasta bajó a buscar un par de pelotas. Es muy importante para él y el equipo que haya definido el partido", tiró el DT.

De ahí que segundos antes de que Arsenal sacara del medio, Riquelme apretó los puños y se desahogó solo. Sabía que su gol valía por sí mismo y por el contexto: tanto había escalado su equipo para alcanzar a San Lorenzo que ahora que lo tenía a la par no podía perderlo tan pronto. Y justo él, que había hecho el gol que le dio a Boca la punta, ayer se la devolvió.

No hay comentarios: