"No podemos terminar últimos". José María Aguilar, de frente a los jugadores, bajó ese mensaje. Fue ayer, apenas pasadas las 9.30, mientras presentaba a Gabriel Rodríguez. Quería darle la bienvenida al nuevo cuerpo técnico, pero también despabilar a un equipo profesional que se supera semana a semana en las marcas negativas.
"Vinimos acá para dar una mano. Pero no queremos perder el tiempo". Gabriel Rodríguez, ya con el atuendo de DT, plantó posición en sus primeras oraciones. Convicción o autoconvencimiento, aseguró que entre todos se puede sacar a River adelante. Y para eso puso a los jugadores en la parte delantera del caballo: "Nosotros somos un cuerpo técnico ganador, nos gusta ganar. Pero ustedes son los verdaderos protagonistas".
Ya no más palabras ni preámbulos. A trabajar. Así comenzó el ciclo del hombre que acaba de lograr siete títulos en el semillero y que un día se levantó como entrenador de la Primera de River. Ese día fue ayer, bien temprano, al cabo de una noche en la que sumó pocas horas de sueño y muchas ansiedades, en un martes que quedará en su disco rígido personal como el de su segunda asunción al frente de un plantel profesional (la anterior fue en San Lorenzo, en las últimas fechas del Clausura 2005, experiencia en la que logró el 63% de los puntos).
Más allá del talante del plantel, que se mostró relativamente entero tras los vaivenes emocionales del domingo, Rodríguez notó un apoyo poco frecuente en la cúpula dirigencial. Además de Aguilar, en Ezeiza coincidieron Mario Israel y otros miembros de la CD como Rodrolfo Cuiña y Diego Quintás (con el que más relación tiene por ser el presidente del Fútbol Amateur).
No todo fue redondo en los primeros minutos de gestión. Al toque, Gabriel se enteró de la fisura de Ponzio y del desgarro de Rosales, dos que aparecían como posibles titulares para el clásico del domingo ante Independiente. A partir de esta idea fallida del DT se pueden leer dos cosas. Una es que básicamente seguirá teniendo en cuenta a los mismos nombres que venían jugando con Simeone. La otra es que, como diría más tarde, "no es el momento para los chicos". El único cambio importante que ejecutó en el staff fue la inclusión de Emmanuel Martínez, marginado de la Primera en el Clausura.
"Está contentísimo", dijo una persona muy cercana a Rodríguez. "Pero no vengo para quedarme", les aclaró a todos el DT. Esto último llegó añadido por otro concepto: "Hay que estar bien de la cabeza para estar bien en lo físico". El cuerpo y alma unidos, diría un filósofo.
Los primeros trabajos fueron justamente físicos. El profe Pablo Lorenzo trabajó con cargas más bajas que las que se venían desarrollando en el anterior ciclo. Por tratarse de un entrenamiento regenerativo, no se detectaron novedades tácticas en los ensayos futbolísticos. Sí hubo 20 minutos de fútbol, pero de manera informal, en dos picados que se jugaron con un solo arquero.
El final llegó tras una hora y 40 minutos. Pero ahí no se terminó la jornada. Los cinco referentes del plantel (Ponzio, Ferrari, Tuzzio, Abreu y Ahumada) fueron de visita al vestuario del cuerpo técnico. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? "Queríamos conocernos", dijo una persona que participó en el cónclave. Y entre la presentación de las formas de trabajo, un pedido de suspensión de un entrenamiento, relatos del estado del plantel y señales mutuas de apoyo, el DT y sus colaboradores mostraron autoridad. Reclamaron compromiso para estas cinco fechas, cinco finales. Y avisaron que exigirán todo, el máximo posible. "Lo de las charlas es una costumbre que me dio resultado en San Lorenzo", fue lo que comentaría más tarde Gabriel Rodríguez, que en estos días tendrá otras conversaciones individuales para intentar motivar a chicos y grandes.
A las 12.34, todos caminaron hacia las duchas. Los jugadores, cuentan, se quedaron con una buena impresión de lo que habían hecho, visto y escuchado. Gabriel, también. Caminó hacia la nueva sala de conferencias para estrenarse en su rol ante los micrófonos. "Creo que lo vamos a sacar adelante". Fue el último en irse, mucho después que Aguilar, que ya había fijado (demandado) el objetivo. Solo, Rodríguez se subió a su auto (un Gol Country cuya patente acredita varios años en la calle) y puso primera. El mismo cambio que intenta plasmar en un River que promete austeridad.
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