Boca no se prostituye en el cabaret. Se divierte entre las plumas.
Embebidos en el triunfo, parecen los muchachos riquelmistas. Después del gol de Viatri, Palermo morocho ayer, Román se golpea las manos con Cáceres. Y al final se abrazan en público. Como diría el paraguayo, el gesto aparenta ser sentido. La foto respeta el pacto del grupo, el unidos triunfaremos, dejar las diferencias en el vestidor, no discutir el liderazgo cuando enfrente está River. Aunque afuera no sean amigos. Riquelme no busca eso, el viernes se los dijo en la cara, pero en el escenario intenta que el sentimiento grupal tenga compromiso de sangre.
"Adentro de la cancha somos hermanos", baja línea Riquelme con la frase de Sorin en el Mundial 06. "Ayudarnos al máximo para terminar felices. Las otras cosas que pasan quedan afuera", reafirma la idea de bocas cerradas. O abiertas sólo para mostrar la sonrisa. Pese a que Lunati diga lo contrario, Román se ríe. Se arrima a la batucada y de cara a su gente se suma al lapidario "las gallinas no nos ganan nunca más". Acompañado por el maquillaje que otorga el triunfo, Cáceres, ese muchacho, dice que Román "es un gran jugador y una gran persona". La realidad, aun con aristas ficticias, derrumba un mito: con interna en el vestuario igual se puede ganar un superclásico. O se puede llevar una Copa Intercontinental. Tiempo después de bajarle los humos al Real Madrid se supo que había dos grupos potentes, división que no fue chusmerío amarillo sino un elemento a considerar por Bianchi.
Mejor no estar peleados, en cualquier ámbito con un clima cálido se rinde más cerca del potencial. 'Pero cuál fue el éxito más importante de San Lorenzo en el 2008? Con River, la noche del silencio atroz, cuando Bergessio bajó del cielo. O en realidad, cuando Bergessio llegó al cielo del hincha. Ya había diferencias con Ramón Díaz y sus hijos que dividían al grupo. Y existen mil casos más. Todo depende de qué pase dentro de la cancha y de cómo se oculten las miserias en la hora de la derrota. Pocas veces se deja desnudo a un grupo cuando es ganador. No es campeón únicamente el que tiene las patas jugadores-técnico-dirigentes bien afirmadas. Ni lo será porque se pelean.
Si la convivencia definiera el nivel, River jugó como si estuvieran todos peleados (no consta). Entre ellos y con ellos mismos. Como conjunto se pasaron mal la pelota, no hubo elaboración. Individualmente se falló feo. Ayudaron a Boca y jugaron para legitimar el rumor de la otra orilla: que Simeone no encuentra respuestas y está más cerca de irse que de renovar su contrato. Va último. Battaglia fue demasiado malo para Buonanotte. Abelairas jugó muy por debajo de su versión en el campeón. River hasta tuvo algún reflejo, en cuanto al poco compromiso, de la Selección contra Chile.
Ischia no renunció a la idea de manejar mejor al grupo. Cerró las puertas y los hizo hablar. Dio resultado: en el Monumental se vio un Boca solidario, respetuoso de las obligaciones de cada uno, sin privilegios para Riquelme ni para nadie. De hecho, Román pateó el tiro libre para el gol de Viatri, lo habilitó cuando se la picó a Ojeda y tiró un taco delicioso. Battaglia siguió marcando hasta con amarilla. Y Paletta jugó su mejor partido del torneo. En la cancha hubo un equipo unido (Ibarra fue una excepción con la roja), que se acomodó mejor con diez que con once. No salió campeón, no resolvió sus problemas. Pero ganarle con diez jugadores a River, de visitante, da para cerrar un cabaret.
Embebidos en el triunfo, parecen los muchachos riquelmistas. Después del gol de Viatri, Palermo morocho ayer, Román se golpea las manos con Cáceres. Y al final se abrazan en público. Como diría el paraguayo, el gesto aparenta ser sentido. La foto respeta el pacto del grupo, el unidos triunfaremos, dejar las diferencias en el vestidor, no discutir el liderazgo cuando enfrente está River. Aunque afuera no sean amigos. Riquelme no busca eso, el viernes se los dijo en la cara, pero en el escenario intenta que el sentimiento grupal tenga compromiso de sangre.
"Adentro de la cancha somos hermanos", baja línea Riquelme con la frase de Sorin en el Mundial 06. "Ayudarnos al máximo para terminar felices. Las otras cosas que pasan quedan afuera", reafirma la idea de bocas cerradas. O abiertas sólo para mostrar la sonrisa. Pese a que Lunati diga lo contrario, Román se ríe. Se arrima a la batucada y de cara a su gente se suma al lapidario "las gallinas no nos ganan nunca más". Acompañado por el maquillaje que otorga el triunfo, Cáceres, ese muchacho, dice que Román "es un gran jugador y una gran persona". La realidad, aun con aristas ficticias, derrumba un mito: con interna en el vestuario igual se puede ganar un superclásico. O se puede llevar una Copa Intercontinental. Tiempo después de bajarle los humos al Real Madrid se supo que había dos grupos potentes, división que no fue chusmerío amarillo sino un elemento a considerar por Bianchi.
Mejor no estar peleados, en cualquier ámbito con un clima cálido se rinde más cerca del potencial. 'Pero cuál fue el éxito más importante de San Lorenzo en el 2008? Con River, la noche del silencio atroz, cuando Bergessio bajó del cielo. O en realidad, cuando Bergessio llegó al cielo del hincha. Ya había diferencias con Ramón Díaz y sus hijos que dividían al grupo. Y existen mil casos más. Todo depende de qué pase dentro de la cancha y de cómo se oculten las miserias en la hora de la derrota. Pocas veces se deja desnudo a un grupo cuando es ganador. No es campeón únicamente el que tiene las patas jugadores-técnico-dirigentes bien afirmadas. Ni lo será porque se pelean.
Si la convivencia definiera el nivel, River jugó como si estuvieran todos peleados (no consta). Entre ellos y con ellos mismos. Como conjunto se pasaron mal la pelota, no hubo elaboración. Individualmente se falló feo. Ayudaron a Boca y jugaron para legitimar el rumor de la otra orilla: que Simeone no encuentra respuestas y está más cerca de irse que de renovar su contrato. Va último. Battaglia fue demasiado malo para Buonanotte. Abelairas jugó muy por debajo de su versión en el campeón. River hasta tuvo algún reflejo, en cuanto al poco compromiso, de la Selección contra Chile.
Ischia no renunció a la idea de manejar mejor al grupo. Cerró las puertas y los hizo hablar. Dio resultado: en el Monumental se vio un Boca solidario, respetuoso de las obligaciones de cada uno, sin privilegios para Riquelme ni para nadie. De hecho, Román pateó el tiro libre para el gol de Viatri, lo habilitó cuando se la picó a Ojeda y tiró un taco delicioso. Battaglia siguió marcando hasta con amarilla. Y Paletta jugó su mejor partido del torneo. En la cancha hubo un equipo unido (Ibarra fue una excepción con la roja), que se acomodó mejor con diez que con once. No salió campeón, no resolvió sus problemas. Pero ganarle con diez jugadores a River, de visitante, da para cerrar un cabaret.
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